El arquitecto español Alberto Campo Baeza ha diseñado La Casa del Infinito en la maravillosa costa de Cádiz, un plano infinito frente al mar.
Cada proyecto de Alberto Campo Baeza constituye todo un acontecimiento, primero porque no se prodiga mucho, es de los que opinan que «Hay que aceptar solo las obras que puedes controlar y volcarte en ellas«. Desde esa premisa surgen proyectos siempre asombrosos por todo lo que expresan con el mínimo de elementos.
En la Casa del Infinito, ha vuelto a aplicar su filosofía constructiva a rajatabla, hasta el punto de que la considera la más radical. «Se trata de un cajón donde la cubierta desaparece y se queda fundida en la arena«, declara el arquitecto para describir esta vivienda de 750 metros cuadrados, levantada en primera línea de playa de la bahía de los Alemanes, junto a Zahara de los Atunes.
«Hemos levantado un hogar como si de un muelle frente al mar se tratara. Es un podio coronado por un plano horizontal, despejado y desnudo, donde nos situamos frente al horizonte lejano que traza el océano, mirando a la puesta de sol«, detalla este vallisoletano que se crió en Cádiz y tiene su estudio en Madrid.
Este año le han nombrado académico de número por la sección de arquitectura de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, también su trayectoria docente lo avala: Catedrático de proyectos de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, la ETSAM, además ha impartido enseñanza en la Universidad de Columbia (Nueva York), en la Bauhaus de Weimar y la ETH de Zúrich, entre otros muchos centros docentes del mundo.
En el primera planta de la Casa del Infinito se encuentran los cuartos de los niños y una salida al jardín, que es de arena y, por tanto, se confunde con los límites de la playa. En la segunda están el dormitorio principal y las zonas comunes, como el salón y el comedor, que ya disponen de vistas al mar. Arriba queda la no-cubierta, el plano de 20 por 36 metros, que está destinado a ser el principal espacio de la casa. Esta «alfombra de Aladino» cuenta con una sobria piscina, unos muros orejeras para protegerse de los vientos del Estrecho y sombrillas de quita y pon. Asimismo, ejerce de vestíbulo o entrada, pues es el primer espacio que el visitante se encuentra una vez que traspasa el muro que da a la calle.
Antes de todo está la luz, el principal elemento compositivo para Campo Baeza, en la Casa del Infinito se irradia a través de lucernarios estratégicamente colocados en el plano superior y por los huecos de las ventanas, que se asoman a un paisaje inmediato de lentisco y acebuches recién plantados; son las especies autóctonas del lugar.
«Queríamos que esta casa fuera capaz no sólo de detener el tiempo, sino además de permanecer en la memoria y en el corazón de los hombres», declara el estudio
Todas las imágenes © Javier Callejas Sevilla