Construida a principios del siglo pasado en una isla del fiordo de Oslo, el arquitecto recibió el encargo de proyectar una villa toscana, por lo que tuvo que desplazarse a Italia con el fin de impregnarse de su peculiar estilo.
La casa ha sido restaurada recientemente con ebanistería antigua, azulejos florentinos y un pavimento de piedra extraído de una iglesia medieval. Estos elementos junto a los muebles y textiles han logrado impregnar la vivienda de una atmósfera muy especial; un aire romántico y extemporáneo que invita a compartir en familia y a olvidarse del bullicio que supone la vida en una gran urbe.