Ligera y luminosa

Arquitectura gótica

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El estilo gótico se inició en París  a partir de la construcción de la catedral de Saint-Denis. Desde allí y durante los siglos XII al XVI se extendió por toda Francia y al resto de Europa en sustitución del estilo románico.

En un principio, el término “gótico” fue considerado peyorativo, ya que provenía de la palabra “godos” que se asociaba a un concepto inferior al arte grecorromano. Fueron los románticos y los movimientos nacionalistas quienes lo consideraron, a partir del siglo XIX, uno de los momentos artísticos más brillantes en el mundo occidental.

El gótico supuso una ruptura estilística radical con todo lo establecido, pues implicaba un cambio de mentalidad sobre el conocimiento y la verdad existente.

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Los sentimientos adquirieron una preeminencia que hasta entonces no tenían y, gracias a ellos, la naturaleza se transformó en la verdadera fuente del conocimiento  que desvelaba los numerosos secretos que encerraba.

En consecuencia, el rígido equilibrio simétrico, la regularidad y el geometrismo del románico fueron desplazados en arte y arquitectura y el empirismo  que los sustituyó permitió inventar soluciones para que los edificios religiosos ganaran en altura y luminosidad.

De esa forma apabullante y grandiosa, las catedrales góticas representaban a la Iglesia triunfante, la Nueva Jerusalén o ciudad celestial del Apocalipsis de san Juan, con unos edificios que aumentaron sus dimensiones en la medida que las ciudades crecían y también lo hacía su número de habitantes.

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No eran extraños los numerosos enfrentamientos y rivalidad entre autoridades por albergar en sus dominios el edificio más espectacular, ya que una catedral gótica representaba a un tiempo el prestigio de sus obispos, la importancia de la fe de la época, la vitalidad de una ciudad y su riqueza.

La arquitectura gótica presenta tres elementos innovadores respecto a la románica: el arco apuntado u ojival, la bóveda de crucería y los elementos de soporte o arbotantes. No resulta fácil definirla pues las características de esta dependen de diversos factores condicionados por el lugar, la época o las condiciones climáticas.

El arco apuntado se forma cuando los dos segmentos de la curva del arco se cortan en la parte superior creando un ángulo agudo. Este detalle permitió que la altura de los edificios fuera mayor, ya que resultaban de esa forma más ligeros.

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La bóveda de crucería se forma con una serie variable de arcos que se cruzan con función estructural. La más utilizada era la bóveda cuatripartita (cruce de dos arcos apuntados).

Y por último, los soportes que, a diferencia de los gruesos y pesados contrafuertes románicos, los arbotantes góticos son exteriores y separados de los muros, permitiendo que  estos resulten más altos y livianos.

Esta innovación posibilitó la colocación de grandes vidrieras multicolores que aportaban no solo luz y misticidad al interior del edificio, sino que también cumplían una función didáctica  como biblias visuales que facilitaban que el mensaje de Dios llegase a todos los fieles.  Entre las más sobresalientes cabe destacar las de la catedral de Chartres en Francia; las de Colonia en Alemania y las de León en España.

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Además de estos tres elementos tan identificativos, en la arquitectura gótica podemos señalar otros ornamentos destacados: las gárgolas, figuras de monstruos cuyas bocas servían de desagüe del agua de lluvia al tiempo que ahuyentaban los malos espíritus.

Otros elementos característicos son los pináculos y las agujas, ambos remates de los arbotantes y los campanarios, respectivamente. Cabe destacar la aguja de la catedral de Ulm, en Alemania con 160m. de altura.

Los detalles de las puertas góticas también son característicos. Estas suelen colocarse en los brazos y pies de la planta de crucería del edificio, pero a diferencia de las puertas románicas, las góticas presentan arcos apuntados con más arquivoltas y habitualmente acompañadas por figuras de apóstoles. Sobre ellas se sitúa el rosetón, vidriera circular que ilumina el interior del templo y permite que la luz se convierta en un elemento simbólico del elemento divino.

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Finalmente, hemos de añadir que las fórmulas constructivas y decorativas que se emplearon en las construcciones góticas, tanto militares como civiles (ayuntamientos, lonjas y palacios), fueron semejantes a las de las edificaciones religiosas, pues todas se mostraban como símbolos del poder de las ciudades y de las riquezas de sus moradores. 

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