Con frecuencia, la reforma del baño suele convertirse en cuestión de estado en el seno familiar y lo más probable es que conduzca a la división de los componentes en dos bandos casi irreconciliables: partidarios de la bañera o de la ducha.
Es cierto que ambos elementos ofrecen tantas ventajas como desventajas y muchos de nosotros, condicionados por el reducido espacio de la habitación, optamos por la ducha cuando, en realidad, este detalle no tiene por qué ser determinante para la elección, pues casi cualquier rincón puede ser aprovechado también por una bañera, incluso mejor, si se trata de un techo abuhardillado.
Otros, en cambio, se inclinan por la ducha pensando en el ahorro de consumo de agua que esta supone. Esto será cierto si la persona que se ducha no mantiene el circuito del agua abierto durante todo el tiempo que permanece en ella o antes de empezar a usarla. Conozco varios ejemplos que tirarían por tierra la idea del ahorro de la ducha, ya que la estancia en el baño para aseo personal puede alargarse más de media hora y entrar en esta habitación en el turno siguiente puede parecerse más a un paseo entre las nubes. Aceptemos, pues, que bañera y ducha son rivales en condiciones de igualdad, tanto que, incluso, pueden llegar a convivir en armonía en la misma habitación para satisfacer necesidades diferentes.
En favor de la bañera debo apuntar que, además de ser un toque de distinción en la decoración, bañarse en ella no debe suponer un derroche obligado pues,al utilizarla, no es necesario llenarla hasta el borde, además de que ofrece también la posibilidad de emplearla a modo de ducha, uso que a la inversa no se puede llevar a cabo.
Asimismo, mi experiencia personal con la bañera me trae a la memoria gratos recuerdos de momentos vividos con mis hijas compartiendo juegos y baño durante un buen rato sin necesidad de llenarla al máximo o haciendo un consumo de agua desmedido e innecesario. Tampoco olvido determinados momentos en los que tomar un baño de sales o de espuma tras una jornada agotadora de trabajo me ha reportado el descanso necesario para el cuerpo y me ha permitido conciliar un sueño reparador más tarde.
En otras ocasiones, ya en mi papel de ama de casa, debo añadir que me ha resultado muy útil disponer de una bañera para limpiar algunas prendas voluminosas o dejarlas en remojo con ciertos productos blanqueantes, piezas o prendas que, de otra manera, no cabían en la lavadora debido a su tamaño.
Algunos pensaréis que olvido mencionar otras “ventajas de pareja” aplicables a las bañeras, pero no es así y el cine ha contribuido en gran medida a que las visualicemos como accesorios de baño deseables: “El último tango en París”, “El sexo opuesto”, “La tentación vive arriba”, “El diario de Noah”, “American beauty”… Escenas inolvidables del cine ponen de manifiesto lo estimulantes que pueden resultar para la vida romántica. Velas, incienso, música de fondo, sales o espuma, aceites aromatizados…un sinfín de complementos que, utilizándolos en momentos claves en ese espacio tan reducido, ayudan a estrechar vínculos con nuestra pareja.
A continuación, te presento un montón de opciones entre las que podrás elegir tu favorita más o menos actual, clásica, de aire romántico, muy masculino o femenino, blanca o de color acorde al resto de la decoración, pero eso sí, todas con una característica en común: todas tienen patas.
El tema de la ducha lo aplazo para otro momento de reflexión decorativa, ¿no te importa, verdad?