Elegante, delicada y sofisticada… son los adjetivos que describen la decoración monocromática en blanco como protagonista y sus diferentes matices, en la obra del fotógrafo holandés Bart Brussee.
Aparentemente sobria y aburrida, nada más lejos de la realidad. Con tonos blancos por bandera, este color se combina con pinceladas de empolvados, grises y pasteles, creando espacios luminosos y más cálidos de los que se conseguiría con una monocromía total a priori.
Aunque en esta ocasión se ha optado por la armonía y equilibrio general del ambiente, otra opción es apostar por una paleta monocromática que contribuya a dar protagonismo a otras piezas de la decoración como por ejemplo una mesa de centro de la sala, una lámpara o un cuadro.
¡Qué las musas os inspiren!
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