Esta luminosa y rehabilitada casa en la Costa Brava era hasta hace poco una fábrica de helados. Conserva los elementos originales que forman parte de su esencia: la fachada principal que da al mar, la cubierta de teja, los techos interiores de vigas de madera y las cristaleras pintadas en azul lavanda. La casa está en perfecta sintonía con la belleza del entorno que la rodea.
Su interior es igual de impresionante, fresco y de estilo mediterráneo. Tiene una distribución abierta gracias a la ausencia de puertas en pro de muretes de obra y vanos.
La casa tiene mucha luz natural resaltada por el predominio del color blanco. El estilo rústico está enmarcado por las vigas de madera vistas, las paredes pintadas en blanco roto y el suelo de cemento pulido con baldosas incrustadas de toba catalana.
Está decorada con piezas únicas y sencillas procedentes de los múltiples viajes de los propietarios por el norte de África e Indonesia y de muebles antiguos restaurados. Una decoración sencilla, pero a la vez sofisticada.
Un auténtico refugio vacacional donde disfrutar de la vida al aire libre. Toda una experiencia slow time.
Imágenes vía: jurnal de design interior