Después de casi 8 años alquilando un pequeño apartamento en el centro de Asolo, en el norte de Italia, Guido Chiavelli y su esposa Sabrina estaban decididos a encontrar una casa a las afueras de la ciudad y formar una familia. «Nuestro sueño era regresar al campo donde ambos crecimos», dice Chiavelli, quien dirige junto a su familia una empresa de confección Il Gufo. «Queremos que nuestros hijos crezcan en contacto con la naturaleza. Si vives en un área urbana, tu infancia es completamente diferente».
Los Chiavelli sabían perfectamente dónde querían vivir –a poca distancia de Asolo en un área llamada Monfumo o «montañas silenciosas»– y tuvieron la enorme suerte de encontrar una granja abandonada y medio derruida con un viñedo que se extendía entre las colinas cercanas. «Supimos inmediatamente lo que podía dar de sí esa propiedad con nuestros cambios”, dice Chiavelli».
En Italia las propiedades existentes están bien protegidas por el Gobierno, así que cada modificación en la renovación de una vivienda es estrictamente supervisada y evaluada por oficiales que repetidamente visitan el lugar antes, durante y después de la construcción.
La granja se encontraba en mal estado. La fachada de piedra había sido cubierta con cemento y cuando los obreros empezaron a eliminar la capa, se dieron cuenta de que no tenía aislante. La piedra, en sí misma, una piedra arenisca amarillenta llamada pietra gialla con sabbia erega es originaria de la región y tiene una significativa presencia. «Cada piedra es irregular y diferente del resto –explica Chiavelli– una persona pasaba días y días con martillo y escoplo para modelar cada una. Todo un paciente y costoso trabajo. Solo los más ancianos lugareños conocen la técnica de trabajo y será una pena que este arte se pierda si no mantenemos viva la tradición».
Filippo Caprioglio fue el arquitecto encargado de realizar la restauración de la propiedad. Y como los Chiavelli querían preservar la fachada original de la vivienda, el proceso de restauración fue verdaderamente complejo, ya que la casa está situada en un área sensible a los terremotos. Caproglio reforzó el edificio con una pilastra de acero que soportara la estructura principal del techo. Una vez esta tarea estuvo finalizada, el paso siguiente fue remodelar y distribuir el espacio interior, ya que anteriormente era la vivienda de un granjero y en ella se almacenaban las cosechas. Ahora, en lugar de numerosas habitaciones, los Chiavelli deseaban espacios luminosos desde donde captar la belleza del entorno al tiempo que estos se ajustaran a sus necesidades.
Debido al enorme volumen de la estructura, la casa se organizó en cuatro plantas conectadas a través de un ascensor al que se accede desde un garaje subterráneo y una bodega. Ofrece también la posibilidad de cambiar de nivel gracias a una enorme escalera de acero y cristal que conecta los cuatro pisos. El suelo de todos ellos está cubierto con pizarra italiana. La sala de estar y el despacho están situados en la segunda planta a la que se accede por la pasarela de acero. «La forma de acceder a los espacios es parte de la arquitectura y, a su vez, eso es parte de la belleza de este lugar», puntualiza Chiavelli.
Al finalizar la obra, los anfitriones obsequiaron con una fiesta a los más de cien trabajadores que habían participado en el proyecto. «Fue un momento muy emocionante, todos estábamos llorando y satisfechos por el resultado» añade Chiavelli, «todo el esfuerzo y el duro trabajo de esta gente durante dos años ha hecho posible este hogar tan especial y extraordinario. Por ello, nos sentimos muy orgullosos (¡Dios mío!), que por cualquier sacrificio que costase, ese momento ya está olvidado y superado».