Quién no ha soñado alguna vez con disfrutar del verano en emplazamientos como la impresionante mansión de Newport donde Robert Redford celebraba fiestas en El gran Gatsby (1974), la casa de Martha’s Vineyard con la que Harrison Ford pretendía impresionar a Julia Ormond en el remake de Sabrina (1995), o la residencia en la campiña británica de la familia política de Jonathan Rhys Meyers en Match Point (2005)?
Estas imágenes publicadas en Elle Decor sobre una casa de verano renovada por una pareja de Manhattan en los Hamptons nos permite hablar de lo que se conoce como estilo WASP, ese cierto «joie de vivre» de las residencias pertenecientes a familias adineradas anglosajonas donde prima el confort práctico, el clasicismo estético, el glamour comedido y un distintivo entusiasmo por «vivir la vida como debe ser vivida» (curioso eufemismo donde los haya).
Aunque esta residencia cuenta con muchas de las características del estilo WASP, como la yuxtaposición de tonos neutros con amarillos y azules, el mobiliario planificado para un uso familiar, las pocas concesiones al diseño y la inexistencia de cualquier atisbo de tecnología, hay que admitir que el trabajo de los arquitectos Timothy Haynes y Kevin Roberts consigue un resultado fuera de lo común ofreciendo una nueva visión de la típica casa de veraneo en los Hamptons, moderna y sofisticada, pero quizá menos elitista de lo habitual.
La casa fue adquirida por su propietario en 1990, que contrató a la diseñadora de interiores Victoria Hagan para que convirtiera su inicial arquitectura postmoderna en un refugio de playa acogedor, reto que consiguió dulcificando las estancias mediante un esquema de blancos y azules. La iniciativa se ha mantenido respetuosamente en la renovación actual, aunque Haynes y Roberts se han servido de materiales como el acero y el mármol para actualizar los códigos decorativos y facilitar que la colección de arte contemporáneo y las piezas del siglo XX encajasen en el espacio sin romper la tranquilidad y calidez existentes.
Disfrutar del exterior es siempre una de las grandes bazas de este tipo de enclaves, de ahí que las zonas «sociales» se vean ampliadas con un tejado a dos aguas y grandes ventanales de espíritu francés abiertos al jardín, en cuyos bordes se han plantado setos de boj y acebo japonés junto a exuberantes lechos de hortensias, lilas, peonias y rosas. Por el contrario, detrás del comedor familiar había una cancha de tenis que ha sido sustituida por una íntima terraza de grava enmarcada por un bosque de plátanos, diferenciando así los espacios privados de aquellos más chic dedicados a recibir visitas, como los numerosos salones repletos de cómodos asientos en los que saborear un buen cocktail. Verdes de envidia?