Ha llegado a mis oídos la noticia de que Heather Benning, una escultora canadiense, había convertido en cenizas su obra y, claro, la curiosidad me ha superado y me he puesto manos a la obra para recabar más información sobre los hechos.
Heather Benning se dedica a la creación de instalaciones de arte a gran escala en medio de zonas rurales. En este caso, la artista renovó una granja abandonada construida en los años 60 y la convirtió en una casa de muñecas a tamaño natural manteniendo el estilo de la época.
Benning se crió en una granja en Saskatchewan, Canadá, y su estilo de vida en la infancia y adolescencia ha influido profundamente en su visión de la vida. Esto ha hecho que Heather prefiriera instalar su obra en un entorno rural similar al que ella creció en lugar de hacerlo en los habituales centros artísticos urbanos donde más gente pudiera admirar su obra.
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Su proyecto comenzó en 2005 cuando, tras adquirir el inmueble, remodeló el tejado con tejas recicladas y restauró y amuebló la casa para abrirla al público.
Parte de su reforma consistió también en retirar la pared exterior norte para sustituirla por plexiglás, de manera que pareciera un auténtico juguete infantil.
Transcurridos unos años, en 2013, Heather consideró que la vivienda ya no reunía las condiciones necesarias para cumplir su función artística y decidió destruirla como si de un monumento fallero se tratara. La quemó. Así de claro. Ahora bien, desconozco si le tembló la mano al tomar esa drástica e irreversible decisión.
No sé qué es lo más sorprendente de esta noticia: si la realización del proyecto artístico en sí o el final que su autora le concedió. Evidentemente, tras conocer esta noticia, nadie podrá negar cuán efímero es el arte. De esto saben mucho los valencianos.
Una duda conservo: ¿habrá dormido en alguna ocasión Heather Benning en su casa de muñecas?