Tres meses de éxito

«Marea roja» de amapolas en Londres

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La «marea roja» de amapolas que  ha lucido en la Torre de Londres durante tres meses empezará  hoy, día 11, a ser retirada.

Esta obra creada por el artista Paul Cummins y el escenógrafo Tom Piper, “ La sangre tiñe tierras y mares de rojo”,  se creó para conmemorar la participación de Gran Bretaña en la I Guerra Mundial hace más de 100 años. Han sido 888.246 flores de cerámica las que se han instalado brotando de los muros y extendiéndose por sus alrededores como una marea imparable que avanza, una por cada soldado británico o colonial caído durante aquella terrible contienda.

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Fue el rey Jorge V quien quiso solemnizar el momento de la firma del armisticio -11 del 11 de 1918 a las 11 horas- entre los Aliados y el Imperio Alemán y rendir un homenaje por todos los británicos que habían entregado la vida por su país. Para ello, decretó que todos los 11 de noviembre serían el Día del Recuerdo y que hombres y mujeres deberían lucir en su solapa una amapola como símbolo.

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La razón de este símbolo responde a los versos que John McCrae, soldado canadiense, escribió tras  presenciar cómo moría su amigo en la sangrienta batalla de Ypres, en Bélgica en 1915. “En los campos de Flandes/ crecen las amapolas./Fila tras fila/entre las cruces que señalan nuestras tumbas./ Y en el cielo aún vuela y canta la valiente alondra,/ apenas oída por el ruido de los cañones”. Este poema tuvo tan buena acogida entre los soldados que, cuando estos lo recitaban, lloraban viendo, literalmente, los campos bañados de sangre.

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Con el paso de los años, nació una leyenda que cuenta que, tras acallar los cañones su atronador ruido y los hombres volver a sus hogares malheridos física y mentalmente, los campos que habían sido escenario de tanto horror se llenaron de amapolas en primavera.

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Desde un principio, al concebirse el proyecto conmemorativo, se decidió que la cantidad que se recaudase por la venta de las amapolas, cuyo coste por flor sería de 25 libras, fuera repartida entre varias ONGs y servicios de caridad del país.

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Hemos de reconocer que, incluso tras cien años transcurridos desde la terrible batalla, el sacrificio realizado por aquellos valientes ni ha quedado en el olvido ni ha sido inútil, pues  continúa generando dignos frutos del más alto elogio.

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