El ser humano necesita tanto el aire para respirar como tener un rincón con encanto donde refugiarse y desconectar del ritmo estresante de la vida diaria.
No es fácil encontrar ese paréntesis temporal y romper con la rutina que nuestro trabajo nos impone. A veces no somos capaces de frenar y saborear los pequeños placeres de las cosas sencillas.
Quizás por ese motivo, unos buscan ese descanso fuera de casa, ya sea en un spa o realizando una escapada de turismo rural durante el fin de semana; y otros, en cambio, optamos por crear ese miniespacio en nuestra propia casa, siempre y cuando los escasos metros cuadrados de la vivienda nos lo permitan. Creo que esta última opción no es frecuente, sobre todo, si tenemos niños pequeños, pues entonces, cualquier rincón libre de la casa es aprovechado para guardar juguetes o almacenar cajas con ropa de los hermanos mayores y que será utilizada por los más pequeños dentro de una o dos temporadas cuando hayan crecido.
Así que si no te identificas con alguno de estos casos, siéntete una persona privilegiada y aprovecha la ocasión para definir cómo quieres que sea tu rincón con encanto en tu hogar.
Tienes varias opciones para ello y, a partir de su consideración, podrás ir descartando propuestas. Entre estas se encuentra la opción jardín, terraza o porche. Uno de estos tres lugares es ideal para ubicar tu particular rincón con encanto, y más aún, si desde allí puedes disfrutar de buenas vistas. Piensa en la llegada de la primavera, con sus flores, perfumes, colores, frescura… Te aseguro que el relax llegará solo, sin esfuerzo y, si además quieres una puesta en escena más intensa, coloca estratégicamente unas cuantas velas al caer la tarde o durante la noche y seguro que alguien más se apunta a compartir contigo ese rincón tan especial y acogedor.
Otra posibilidad reside en aprovechar el hueco de una ventana, de un mirador o una escalera y colocar allí unos cojines a modo de colchón donde tumbarse para dar una cabezadita, leer, escribir o simplemente, saborear una copa de buen vino o un café con pastas o tostadas y, si además te acompañas de música relajante, será el «no va más».
En fin, solo de pensar en estas cosas, se me hace la boca agua. Sueño con poder tener ese espacio mío, personal, donde sentirme tranquila y protegida algún día. Mientras tanto, me conformo con esa ilusión y voy tomando notas por si acaso surge la posibilidad de repente. Nunca se sabe lo que puede suceder, ¿no crees? La esperanza es lo último que debemos perder.
