El jurado del concurso celebrado el año pasado para la realización de un nuevo Museo de Arte Contemporáneo en la ciudad de Buenos Aires se decantó por el proyecto que presentaron Shelby Ponce y Eduardo Ponce; en su parecer era el que mejor funcionaba como catalizador entre la parte industrial de la ciudad y el puerto, mimetizándose armónicamente con el conjunto circundante.
Sin embargo, una de las propuestas más laureadas por su diseño y personalidad fue la planteada por el estudio austríaco Prechtek, que a pesar de ello no llegó a conseguir ni una mención; probablemente debido a que sus principales virtudes se imponían con demasiada fuerza sobre la riqueza arquitectónica de Puerto Madero, uno de los enclaves más determinantes de la ciudad.
El edificio funciona a la perfección como unidad independiente, distribuida en varios volúmenes en altura y con una circulación agradable y fluida: Las galerías expositivas se conectan a través de terrazas-mirador y las escaleras exteriores otorgan un vibrante movimiento a la fachada, ayudando visualmente al efecto de torsión del entramado que recubre el bloque.
El equipo de Prechtek se inspiró en el oleaje del mar y los pasos de baile del tango, reproduciendo el encuentro entre ambos bailarines que parecen unirse en una sola piel, aunque ésta se conforme de acero, cristal y aluminio. Es una lástima que el magnífico diseño de esta propuesta de museo no encajara en el espacio para el que fue concebido (hay que admitir la evidencia), pero por si solo resulta francamente inspirador.