Hoy no he podido resistirme a mostrar estas puertas de ambiente rural a las que el paso del tiempo y la falta de atenciones por sus propietarios les han provocado un aspecto desaliñado. No son imágenes de objetos o piezas de arte que pocos bolsillos se puedan permitir, sino todo lo contrario.
En su día fueron objetos útiles e imprescindibles y hoy forman parte del olvido para aquellos que las rozaban, abrían o cerraban a diario y depositaban en ellas la seguridad de sus hogares o ganados, confiados en su robustez y durabilidad.
A lo largo de la historia, numerosos escritores y pensadores han reflexionado sobre la esencia de la belleza y las claves para identificarla, pero nunca llegaron a un acuerdo sobre las reglas que la definen.
Dostoievsky aseguró que “es difícil juzgarla porque, precisamente, ésta es un enigma” y H. Johan Ibsen la definió como “el acuerdo entre el contenido y la forma”, aunque ambos abordaron la cuestión sin concretarla realmente porque está sujeta a la temporalidad y a los cambios de la moda.
Solo si aceptamos que todo es relativo, podremos admitir la variedad de opiniones que surgen al considerar si algo es bello o no lo es.
Confucio afirmaba que “cada cosa tiene su belleza, pero no todos pueden verla” En cambio, la creencia actual dominante es que lo bello está asociado con la juventud y debemos desechar todo lo que muestre rasgos de deterioro o vejez.
¿Será que estamos ciegos y pasamos por la vida sin prestar atención a las cosas hermosas y valiosas que nos rodean, simplemente por ser cotidianas y de uso común?
Cualquiera que pasee por senderos, rutas o pueblos podrá encontrar restos de estas piezas a las que el tiempo ha conferido una personalidad única y no menospreciable… Desde aquí, quiero brindarles este homenaje gráfico!