Soy una defensora de la teoría de que el interior de una vivienda debe reflejar el carácter y temperamento de los propietarios. Creo que este singular apartamento en Nueva York es un ejemplo claro de la idea que acabo de exponer.
En ella queda suficientemente probado que sus moradores son amantes de los viajes y que han sabido combinar con maestría y originalidad elementos de diversas procedencias y culturas. Esta mezcla ecléctica de objetos otorga a la decoración un carácter muy personal y difícilmente imitable.
Estoy convencida de que el interior de esta vivienda no deja indiferente a nadie. A más de uno podrá parecerle que está realizando un viaje por exóticos lugares sin necesidad de abandonar el sillón de su hogar y al tiempo que sentirá experimentar nuevas emociones imaginando mil historias que se esconden en el interior de cada objeto.
Asimismo, también puede darse el caso de que para alguno de los lectores de este artículo, este tipo de decoración resulte recargada y agobiante, ya que es más partidario de la sencillez y el minimalismo.
Una cosa sí es segura: partidarios y detractores coincidirán conmigo en que ninguno olvidará esta decoración tan peculiar y llamativa en la que muebles vanguardistas conviven en perfecta armonía con otros más clásicos; objetos dignos de figurar en las vitrinas o paredes de un museo con otros resultantes de trabajos artesanales adquiridos en bazares o tiendas de souvenirs, pero no por ello menos meritorios.
Suelos de madera que se elevan hasta el techo frente a paredes desnudas donde se puede tocar el hormigón; estanterías de hierro sobre una pared de ladrillo; vigas de hierro repartidas por varios lugares de la casa y que a su vez ayudan a conectar espacios; color a rabiar en el salón y el dormitorio frente a la austeridad cromática del baño con el blanco y negro.
Vivienda de contrastes, tantos como los amantes de los viajes pueden encontrar en sus escapadas a los rincones más remotos del planeta.
¿Ya tienes clara tu postura?¿Eres partidario del me gusta o del no me gusta?