El jarrón Cor
El corazón es un símbolo universal. No lo hemos inventado. Simplemente lo hemos materializado para darle visibilidad. Esta representación del corazón a veces está presente en nuestras culturas, en determinadas épocas del año y acontecimientos. Lo utilizamos cuando necesitamos recordar lo importante
que es amar, en todos los sentidos, cuando queremos compartir y exteriorizar
buenos sentimientos. Le hemos dado forma para poderlo tener en casa como un objeto más, con flores frescas, de papel, de plástico, con ramas o sin nada, pero siempre lleno de ilusiones y esperanza para que dibujen un futuro mejor.
Está disponible en tres colores: rojo, negro y blanco. En el futuro irá mudando de piel con Series especiales y Art editions para llegar a formar una gran familia de corazones.
El emoticono ancestral por antonomasia
El corazón representa de forma universal el amor. Y por eso se ha banalizado hasta extremos
insufribles. En el mercado hay todo tipo de objetos con forma de corazón: gafas,
jabones, esposas, manecillas, pasteles, relojes y camas… Incluso, no es broma, edificios y
hasta islas paradisíacas con su silueta. La mayoría degradando su significado, y tendiendo
hacia la horterada comercialoide. Si además ronda San Valentín y paseas por delante
de escaparates, acabas casi vomitando. Aunque al final te hagan gracia las inverosímiles
aportaciones al fascinante mundo kistch, injustamente vilipendiado. Porque el corazón es
sin duda el mejor aliado del pastiche excesivo, empalagoso y dulzón.
Pero periódicamente surgen algunas aportaciones que, por su originalidad, le devuelven
legitimidad. Por ejemplo, el elegante sillón Heart Cone (1959) del organicista Verner Panton.
O el corazón lámpara del mágico Ingo Maurer, titulado One from the heart (1989),
que realmente insuflaba un aura de romanticismo con su haz acorazonado proyectado por
un espejito juguetón. También es un icono del mobiliario el sillón Soft Heart de Ron Arad,
convertido en palpitante balancín como siguiendo un pulso sanguíneo vital, tic tac… En el
mundo de la moda ha sido aquí en España Ágata Ruiz de la Prada quien ha capitaneado
el corazonismo a troche y moche. En el mundo de la gráfica destaca por su rotundidad el
logotipo universal de Milton Glaser declarando su amor por Nueva York. Es ya un mito, y
por eso profusamente imitado.
El jarrón Cor (corazón en catalán) de la artista Pepa Reverter llega para integrarse en
esta familia de corazones dignamente diseñados. Y lo consigue por dos motivos, por su
intención bondadosa y por su rotunda belleza. Es curioso el origen formal de esta pieza.
Surge inspirada por otro jarrón célebre, el florero Shiva, diseñado por Ettore Sottsass en
1973. Por aquel entonces el iconoclasta arquitecto italiano viajaba a menudo a Barcelona
para visitar a su novia Eulalia en la escuela Eina. Hizo esta y otras pequeñas arquitecturas
mezclando este intenso romance con sus viajes a India. Por tanto, al contrario de lo que
podría sugerir su forma fálica no es un canto a la falocracia, ni una celebración del machismo,
sino una exaltación de la fertilidad, pues Shiva, el dios hindú de la destrucción es
al mismo tiempo el de la renovación y la vida. El agua del jarrón alimenta y nutre las flores
que contiene. Su color rosa pálido es así mismo un guiño a la carnalidad más ingenua
desde la mente de un artista enamoradizo y vitalista.
Ese pequeño objeto producido por BD Barcelona Design hace casi medio siglo ha ido
calando entre el público y ahora ha sido motivo inspirador para este jarrón Cor de Pepa.
Ella complementa el sexo con el amor, su corazón jarrón, que a su vez alimentará con
su líquido nutriente las flores que darán un grito colorido de esperanza en este mundo
enfermo. La sangre palpitando es vida. Cor es un manifiesto sincero, básico y global, un
emoticono tridimensional apasionado. Resuelto con una técnica impecable, consiguiendo
una calidad y colorido rojo intenso difícil de obtener en la cerámica, que resalta su contundente
simplicidad.
Pepa quiere lanzar un mensaje objetual de esperanza. Los artistas son así, paren sus criaturas
por motivos personales, pero a veces, cuando están en sintonía con los tiempos, sus
resultados cuajan y devienen universales. Ojalá que sí, hace falta amor, mucho amor en estos
tiempos de odio. Aquí tenemos un buen jarrón de agua caliente y amorosa para el reto.
Texo por Juli Capella