Decorar en blanco es todo un reto que no resulta nada aburrido, pues este color es tan limpio como la nieve recién caída, tan misterioso como la luz de la luna, tan ligero como una pluma de cisne y tan mullido como la lana de oveja. Considerado por decoradores y arquitectos como el color favorito y sin fecha de caducidad, el blanco puede funcionar en cualquier estilo y ambiente.
Espero que no me resultará difícil convencerte de esta idea cuando veas ejemplos que la misma Naturaleza nos ofrece mostrándonos que también ama este color.
El blanco en la naturaleza es llamativo y a veces misterioso, piensa en un caballo blanco, en cisnes en un tranquilo lago, en la espuma blanca de una ola, en un almendro en flor… El blanco es el color minimalista por excelencia. Con él, no existe la distracción del color, de manera que la vista se dirige directamente hacia la arquitectura y la forma.
El blanco del invierno es el más limpio de los blancos. Sin embargo, esta característica no es perpetua, pues habitualmente esa blancura extrema es excepcional. Siempre la veremos mezclada con un poco de azul, gris o amarillo, a veces, incluso, rosa. Imitemos, pues, el estilo de la naturaleza y combinemos este color puro en casa con otros con los que contraste.
El blanco es moderno, revitalizante, limpio, puro y simple. En este espacio mostrado aquí, el amplio dominio del blanco se rompe con los tonos naturales de la madera y permite que otros elementos de la decoración no escondan su protagonismo. Los muebles blancos se combinan perfectamente y en armonía con las maderas naturales en una variedad de tonos ligeros tanto en el parqué como en la pared.
Los tonos blancos más cremosos resultan más acogedores. El blanco envejecido abarca una amplia gama desde el blanco roto hasta el antiguo pergamino y la muselina. Estos tonos se convertirán en el compañero natural de otros neutros cálidos como el beige, el gris perla y el café.
En el jardín, no encontrarás el blanco absoluto. Las hortensias, las rosas, las margaritas… se mezclarán con una pizca de otros colores: azul, rosa o amarillo. Cualquiera de estas combinaciones de color funcionará perfectamente en el interior de una casa. Piensa en utilizar el blanco como color dominante y acompáñalo con pequeños toques de otro color que aporten a tu estancia cierta frescura o el aire primaveral del jardín.
El blanco ibicenco parece ampliar la luz del sol y, al igual que tus veraniegos vestidos blancos, te transmite una sensación de frescura y naturalidad. Prueba, pues, a colgar diáfanas cortinas blancas, a pintar los suelos en blanco, a enfundar los sofás o sillas también de blanco o a colocar conchas y piedras blancas en el alféizar de la ventana o en la encimera del cuarto de baño.
Por último, decorar con blanco puede resultar increíblemente fácil y barato. Solo tienes que transformar esa pieza de mobiliario que tanta manía le tienes en otra más chic. ¡Píntala de blanco! Consigue con esa colcha de algodón blanco que no utilizas la funda ideal para tu sofá, recupera del olvido la porcelana blanca de la abuela, las toallas y las frescas sábanas de hilo; compra antes de que finalicen las rebajas y por poco dinero jarrones, vasijas o centros de mesa. Todas estas sugerencias son medios asequibles y económicos para decorar tu casa en blanco.
¿Crees que he resultado convincente y he conseguido que te enamores del blanco? Solo con una pizca, quedo satisfecha.