Hace poco tuve el placer de visitar una fábrica muy especial. Y digo fábrica cuando tal vez debería llamarlo taller de artesanía, definición que se acerca mucho más a la realidad. Estoy hablando de la fábrica de materiales cerámicos artesanales Vicente Camp, una empresa familiar situada en Aldaia y fundada en 1920, que es toda tradición y continuidad.
Dedicada desde sus inicios a la fabricación de productos de barro cocido, ha mantenido intacto durante cuatro generaciones el proceso de fabricación que hace tan especiales sus ladrillos, tejas, plaquetas y baldosas.
Amparo nos recibe y nos cuenta qué es lo que vamos a ver, y el propio Vicente Camp, que con más de 80 años sigue emocionándose al enseñar su fábrica, nos guía por los terrenos llenos de ladrillos secándose al aire y nos explica cómo se trabaja el barro y por qué son tan especiales sus piezas. Habla de ellas con ternura y las trata con mimo; son su legado, piezas únicas que perdurarán en la historia.
Nos explica que parte del secreto es la tierra que se utiliza, arcillas del Pla de Quart y Buñol que le dan un color característico a sus ladrillos. Con estas arcillas se hicieron las piezas que forman parte de algunos de los edificios más importantes de Valencia como la Lonja, el Mercado Central o la Cárcel de Mujeres, y con estas arcillas se han hecho las piezas que se han utilizado para restaurarlos. Mismas tierras, mismo método y un resultado perfecto.
Llegamos a la zona donde un operario está dando forma a unas piezas especiales para escaleras. Utiliza un molde metálico, agua y sus propias manos para conseguir unas piezas perfectas pero únicas que va colocando con mimo en unos estantes para que se sequen al aire.
De hecho el secado es parte importantísima del proceso, ya que debe ser lento y uniforme para que las piezas no se agrieten ni deformen. La fábrica cuenta con dos enormes explanadas que están llenas de ladrillos apoyados en sus cantos y estanterías de madera repletas de piezas de escalera, baldosas y tejas. Las piezas se van girando para que el secado sea uniforme. Una a una. A mano.
Vicente nos lleva a la joya de su fábrica; un impresionante horno Hoffman situado en el centro de las explanadas y cuyas dimensiones dejan boquiabierto a cualquiera. Este tipo de horno, patentado en 1859 por el ingeniero alemán Friedrich Hoffman, está formado por dos largas bóvedas (de ladrillo, por supuesto) unidas en sus extremos, formando un rectángulo. Por su sistema de funcionamiento permite una cocción lenta y uniforme de las piezas, obteniendo así colores naturales y uniformes evitando que las piezas se deformen.
A través de unas aperturas situadas en los laterales se accede al interior de la bóveda y se colocan piezas a cocer. Tuvimos la oportunidad de ver una de las partes casi lista, y es impresionante ver el auténtico “castillo de naipes” que los operarios realizan con paciencia infinita para conseguir que el aire caliente pase uniformemente a través de todas las caras de las piezas. También pudimos ver en esta parte la única concesión a la modernidad del proceso de producción: una bombilla de 100 W que colgaba de un cable y permitía colocar las piezas sin usar incómodos quinqués para iluminar la bóveda. Como he dicho antes, artesanía pura.
Una vez colocadas las piezas se cierra la bóveda y se enciende el horno. Aquí reside el último secreto del éxito de estas singulares piezas; se cuecen con fuego hecho con serrín durante unas 48 horas, a unas temperaturas de aproximadamente 1000 ºC. El funcionamiento del horno Hoffman y la llama del serrín son la guinda para conseguir esos colores amarillos y asalmodados que sería imposible lograr de otra manera y que tanto aprecian sus clientes. Luego las piezas han de dejarse enfriar durante días antes de poder extraerse, paletizarse y distribuirse.
En total se necesita un mes y medio para fabricar cada pieza, y eso si no hay helada que eche a perder alguna tirada.
Finalmente Amparo nos enseña los productos que fabrican; ladrillos, tejas, escaleras, vierteaguas, baldosas, azulejos pintados, vidriados y esmaltados, e incluso lavabos. Con un proceso tan artesanal se puede fabricar cualquier pieza que se pueda imaginar, y eso es sin duda una gran ventaja de esta forma de trabajar.
Todas las piezas son diferentes, pero todas tienen en su haber casi cien años de tradición y cuatro generaciones de una familia trabajando en esta fábrica. Y que sean muchas más.
Os dejo una pequeña selección de fotografías de varios de sus productos ya puestos en obra.